La obra pictórica de Tahar Ben Jelloun es una celebración de la luz y el color, profundamente enraizada en su herencia marroquí y, al mismo tiempo, abierta a una resonancia universal. A través de sus cuadros, despliega una mirada luminosa y esperanzadora que contrasta —y a la vez complementa— la carga crítica de su escritura, consolidándose como un creador profundamente polifacético.
En su pintura, el color no es un mero recurso decorativo: es el núcleo emocional de cada obra. Los tonos cálidos —ocres, rojos, dorados, naranjas— evocan la esencia de Marruecos, el desierto, el universo mediterráneo; mientras que los azules intensos remiten al mar, al cielo, a lo espiritual. En muchas de sus piezas, Ben Jelloun integra palabras, frases o versos —en francés, y a veces en árabe— que no funcionan solo como mensaje literario, sino como elementos visuales que dialogan con la composición. El texto se convierte en materia pictórica: se superpone al color, lo atraviesa, lo envuelve.
Mientras que su escritura aborda con lucidez temas como la injusticia, la corrupción o el desarraigo, su pintura se entrega a la búsqueda de la belleza, la intuición y la luz. Es un acto libre, pasional, sin las constricciones técnicas de una formación académica tradicional, lo que le confiere una frescura singular y auténtica.
Su tránsito entre disciplinas —poesía, novela, ensayo, pintura— revela no solo su versatilidad, sino también un compromiso profundo con la creación como forma de comprender, iluminar y transformar el mundo.