Bajo la tutela de Inka Essenhigh, una reconocida pintora famosa por sus imaginativas composiciones, Dodd-Noble se sintió atraída por la tranquilidad de los paisajes en medio del bullicioso caos de Manhattan. Cautivada por los árboles de la ciudad, descubrió el consuelo y la estabilidad al dibujarlos. Esta práctica pronto floreció en una profunda exploración de entornos inventados, donde entrelazó intrincadamente árboles reales con paisajes fantásticos. Su estilo característico, caracterizado por cielos saturados y extensiones deshabitadas, sirve como lienzo para sus interpretaciones idealizadas de la naturaleza. La obra de Dodd-Noble trasciende la mera representación; profundiza en temas conmovedores como el medioambiente y la relación simbiótica de la humanidad con el mundo natural. A través de una meticulosa manipulación del color y la luz, impregna sus obras de una calidad etérea, invitando a los espectadores a un reino donde la inocencia suprema reina.
Lejos de ser meras reproducciones de paisajes idílicos, sus vibrantes lienzos sirven como manifestaciones de autoconciencia. En sus propias palabras, aclara: "Definitivamente no estoy tratando de construir un nuevo 'mundo'. Me esfuerzo por profundizar mi propia percepción del mundo que me rodea... y luego comunicar visualmente mi comprensión de la naturaleza de la realidad y la relación entre nosotros y el mundo que nos rodea".
