Siomha Harrington explora en sus pinturas la dinámica de poder, la codependencia y la relación entre el placer y el dolor. A través de distorsiones deliberadas de la forma humana, crea tensión emocional y física, desafiando las representaciones tradicionales del cuerpo. Como ella misma dice: Siempre me ha atraído la belleza, la grandeza y el espectáculo. Me gustan las cosas teatrales, exageradas, casi horteras.
Sus obras investigan la performatividad de la feminidad, cuestionando la mirada masculina internalizada y la misoginia. Sus figuras subvierten la objetivación, devolviendo la mirada en un acto antivoyeurístico. Harrington, quien a menudo usa su propia imagen, emplea símbolos recurrentes, como la ropa fetichista, para reforzar su narrativa: El simbolismo es una parte clave del lenguaje de mi pintura, afirma. Sus composiciones, teatrales pero personales, convierten al espectador en un participante activo, generando intimidad y malestar en un diálogo crítico sobre la identidad y el poder.
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