En el universo pictórico de Oriol Angrill Jordà, los lienzos susurran calma. Cada obra es un remanso donde los colores, dóciles y desaturados, danzan en una armonía melancólica, tiñendo el aire de una dulce quietud. Su trazo delinea con una atención al detalle que asombra. Las superposiciones y veladuras añaden profundidades insospechadas, invitando al ojo a perderse en sus capas, a desentrañar los secretos de una belleza que se revela poco a poco, con la paciencia de quien sabe que lo efímero también es eterno.