Las pinturas de Manon Bara evolucionan en un universo escandaloso donde la pintura grita y fluye constantemente. Para ella, la pintura es ante todo una bulimia, una descarga de materiales en un soporte (lonas, cartones, cerámicas...), sin embargo algunos de sus cuadros convierten lo grotesco en un cierto drama. Los personajes, solos, parecen licuarse y gotear, todo parece jugarse entre la farsa y el drama.
"Mis pinturas actuales exploran el lado animal del hombre y el lado humano del animal. Lo que hace que el animal sea humano es, en primer lugar, el brillo de la luz en el ojo. Lo que hace que un hombre o una mujer sean un animal es el pelaje. [...] Me gusta la emoción, tiene que haber emoción".