Las pinturas de Igor Samsonov parecen sueños detenidos en el tiempo: escenas que combinan la quietud solemne del Renacimiento con una melancolía moderna y casi teatral. Sus personajes, de rostros hieráticos y miradas suspendidas, habitan mundos donde lo simbólico y lo íntimo se funden en un silencio narrativo. Cada cuadro es como una página de un cuento sin palabras, lleno de detalles mínimos que insinúan historias profundas y enigmáticas, envueltas en una luz dorada que parece brotar desde dentro.