La obra de Yayoi Kusama es un susurro obsesivo que danza entre la repetición y el abismo. Sus lienzos, esculturas e instalaciones, sembrados de lunares evocan la disolución del ser en el cosmos. Cada punto, meticulosamente dispuesto, es un latido de su alma, un eco de las alucinaciones que la han perseguido desde la infancia, transformadas en el lenguaje universal del color y la forma. Sus Infinity Mirror Rooms son portales a lo eterno: cámaras de espejos donde luces titilantes se multiplican hasta perderse, invitando al espectador a fundirse en un vértigo de reflejos que borra los límites entre el yo y el universo. Las calabazas, con sus curvas cálidas y lunares hipnóticos, emergen como tótems de consuelo, reliquias de una niñez que Kusama transfigura en iconos de resiliencia.
A través de la pintura, la escultura y las performances, Kusama teje una narrativa de introspección y trascendencia. Su arte, impregnado de una paleta vibrante y una repetición casi mántrica, no solo refleja su lucha con la psique, sino que convoca a quien lo contempla a mirar dentro de si.